martes, 14 de abril de 2015

Lo proteico de los partidos de izquierda en España


La capacidad de mutabilidad y transformación de los partidos de izquierda en España es su principal seña de identidad.

Amén de absorciones, desapariciones y demás avatares de la vida de los partidos, la sustanciación se materializa en su constante cambio, tanto en la propia actividad política, como en sus argumentarios.

 Dejando de lado los partidos de izquierda nacionalista, que serán objeto de una nueva entrada en el blg que nos ocupa, el espectro político de la izquierda en España ha sufrido importantes cambios en estos últimos años. La irrupción de la ciberpolítica y de un partido que se encuentra como pez en el agua en este contexto es un escenario cuya explicación resulta inexcusable.

 En primer lugar, se muestra el PSOE como partido político decano en el sistema político español y que desde su fundación ha ido caminando por distintas coyunturas, que le han llevado desde la oposición al gobierno, de la dictablanda a la república, pasando por la transición y la última restauración propiciada por él mismo, como partido dinástico.


Como es obvio existe una gran diversidad de formas de actuación y de idearios políticos, no obstante, y aunque ahora parezca del todo olvidada la tradición republicanista y su vocación socialdemócrata han sido sus señas de identidad. No es de extrañar que, dentro del propio, partido existan lo que viene definiéndose como distintas sensibilidades (monárquicos, republicanos, descentralizadores, centralistas, católicos, laicistas y así un largo etcétera) que son lo verdaderamente genuino de este partido. Es decir, incluye en su seno a partidarios de opciones incluso diametralmente opuestas, pero que desaparecen cuando todo converge en la búsqueda de la equidad y el progreso logradas por el Estado de bienestar.

En segundo lugar, está situada la izquierda comunista -muchas veces denominada la verdadera izquierda, por contraposición a la socialdemocracia, considerada una ideología traidora a los postulados de la izquierda- con sus múltiples imágenes generadas a lo largo de su existencia. Bien es conocido que en España el Partido Comunista nace de una escisión del PSOE, pero esto es una situación particular de nuestro caso. Salvo algunas experiencias en el ámbito del gobierno, enmarcadas dentro de los gobiernos de la Segunda República y tras un arduo debate interno, su papel en el sistema político siempre ha sido secundario. No obstante, dentro de su imaginario colectivo -engrandecido gracias a su actividad política interna dentro de la clandestinidad en la época franquista- este rol nunca les ha satisfecho. Su objetivo siempre fue consolidarse como el primer partido del espectro de la izquierda, dado que son los verdaderos representantes de la ideología proletaria.

Desde antes de la transición los análisis de los expertos (sobre todo de J. J. Linz) les auguraban una buena representación en el futuro político en base a representación parlamentaria, pero estos vaticinios no se tornaron realidad. Esto produjo que se ampliase un sentimiento muy profundo de frustración, en el que se contemplaba una clara suplantación de su hegemonía por parte de un partido "de diseño" como el PSOE. Los distintos dirigentes del PCE, pero especialmente Julio Anguita, siempre tuvieron un claro objetivo político, que era la superación del PSOE, conocido como sorpasso. No obstante, previamente hubo que reinventarse tras la caída del comunismo soviético y de ahí que surgiera la enésima conversión del PCE para solaparse bajo las siglas de Izquierda Unida, y así de paso agenciarse en algunas comunidades el sobrenombre de "Los Verdes".

 El verdadero adversario político para Izquierda Unida (bajo la dirección del PCE) era el PSOE, por las razones esgrimidas con anterioridad y por eso se puso en marcha uno de los fenómenos más infames de la contemporánea historia política de nuestro país, es decir, la pinza. Situación mediante la cual los intereses de Izquierda Unida se identificaban completamente con la derecha política del país, propiciando situaciones valleinclanescas en contra del PSOE. Sin embargo, esta apuesta no les produjo los resultados esperados, de ahí que la estrategia de las dos orillas anguitiana pasara a un segundo plano.

Aunque todavía existen situaciones actuales, no por ello menos válidas, en las cuales se reproduce este tipo de actitudes cainíticas, por ejemplo en el gobierno del Partido Popular de la Junta de Extremadura, auspiciado por los representantes de Izquierda Unida en el parlamento extremeño. Quizá cabría comentar que este caso es un "tamayazo anguitiano", dado que en el confluyen el odio profundo hacia el PSOE-Extremadura, con unos intereses particulares (ya se irán viendo en el futuro cuando abandonen las responsabilidades públicas) de los dirigentes autonómicos de Izquierda Unida de Extremadura, cuya actitud fue sancionada por la dirección nacional, aunque hacia la misma se hicieran oídos sordos.

Si nos atenemos a la tendencia observada en los resultados electorales de la Coalición observamos que está en claro declive. Uno de sus feudos más tradicionales, Andalucía, ha visto menguada su representación política en los últimos comicios, reduciéndose a niveles muy inferiores al proceso electoral anterior, mediante el que incluso tuvieron la oportunidad de gobernar con el PSOE-A.

 Las explicaciones electorales y políticas pueden ser varias, pero el hecho es que gran parte de su electorado ha ido a parar a Podemos o al Partido Socialista de Andalucía. En la actualidad, la federación de izquierda está enfrascada en un profundo fenómeno de renovación en los cargos de dirección, pero como consecuencia de los distintos actos en los cuales se han ido diluyendo, cambiando, transfugando (si es que se puede decir así) los distintos candidatos, todo parece indicar que la derrota en la próxima contienda electoral es casi segura.

Por último, apuntamos al  recién llegado a la arena de conflicto en el seno de la izquierda, Podemos. Aunque su marcado carácter ambiguo no explicite públicamente su ubicación ideológica, siendo sustituida por otra más afín a sus intereses que implica el arriba (casta) y abajo (ciudadanos). Pero dejando de lado la cuestión de la ambigüedad, Podemos puede catalogarse como una formación política ideológicamente de izquierda.

Por un lado, por la trayectoria de sus dirigentes y por otro  la apuesta por la sustitución del statu quo actual por otro alternativo. Este partido nace de la focalización política y electoral del Movimiento del 15-M y tiene una vocación muy marcada por la organización horizontal y asamblearia (denominación sustituida por los círculos). No obstante, eso fue así hasta que la organización política echó a andar. Tras los sorprendentes resultados de las elecciones europeas en las que cosechó la extraordinaria cifra de 5 eurodiputados, la tendencia no ha seguido esta tónica.

Por una parte, por las enormes expectativas depositadas en las elecciones andaluzas, las cuales no se convirtieron en resultados potentes, y el excesivo seguimiento mediático de sus diferencias internas (listas oficiales y de los críticos, así como cuestiones fiscales que afectan a sus dirigentes) está desinflando el fenómeno Podemos. Queremos referirnos con esto a que en las elecciones municipales han decidido no concurrir con estas siglas y lo harán bajo una pléyade de denominaciones, así como en las elecciones autonómicas.

 La facción menchevique y su contraria bolchevique, además del mimetismo demostrado por la dirección nacional del partido respecto a la ubicación de los candidatos y los procesos internos de primarias son elementos que juegan en contra de sus intereses electorales. Lo que sí se ha demostrado es que, aunque salen a ganar en todas la contiendas, los resultados no tienen porque coincidir con las expectativas. De modo que el resultado de la irrupción de Podemos es la fagocitación casi total de Izquierda Unida en los próximos comicios al Congreso de los Diputados.

Los integrantes de Podemos que han huido de la quema de Izquierda Unida, que ahora son más papistas que el papa -como todo buen converso- no tienen nada claro si no han abandonado un barco en hundimiento para arribar a un barco remolcado (de nuevo parece que volverán a ser secundarios).

 Podemos todavía tiene una oportunidad histórica y es conseguir que no vea un enemigo dentro de sus filas, es decir, que la colaboración con el PSOE es la única que garantiza una izquierda política con potencialidades ganadoras en las próximas elecciones nacionales.

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